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lunes, 25 de diciembre de 2017

96. Muestra 4. Contexto familiar (II). Manuel Álvarez

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Entrada 96. Publicada 25-12-2017









Sección N-S del Pozo Peña de El Porvenir "donde se demuestra la gran concentración de labores sobre la denominada brecha Peña (según dibujo de Manuel Álvarez Álvarez de principios del siglo XX"). Plano y texto publicado por Luque/Gutiérrez en La minería del mercurio en Asturias. Restos históricos. Oviedo, 2006, pág. 182). La marca de agua se refiere a la reedición de la imagen digitalmente, de la que se indica su primera publicación.






4.5 Manuel Álvarez Álvarez (cont. 15)
(Antepasados técnicos industriales  de Benxa)

Años 1890. Etapa del Mercurio en la sociedad El Porvenir y diversificación de la actividad profesional.

La prosperidad de los años ochenta es superada por las campañas de los noventa que se identifican con el período más álgido del mercurio decimonónico de Asturias. Capital y accionariado de las empresas reparten beneficios y la oferta de empleo informa de una ampliación de plantilla, siempre dentro de los modestos efectivos adscritos a este sector. En Mieres la compañía de El Terronal (El Porvenir) aventaja a su vecina La Unión. La suma de una acertada gestión administrativa (Stuyck) y técnica (capataces Rodríguez/Álvarez) explican en buena medida esta década dorada y última también, al cabo de la cual se invertirá este signo ascendente.
En calidad de técnicos Rodríguez/Álvarez fueron los responsables directos de materializar la espléndida situación de la empresa: aumentar el volumen de producción, abaratar costes y ampliar beneficios. Lo indicaba el ingeniero consultor Gascue (abajo), pero también Manuel Alvarez con anterioridad, en el informe de 1883 sobre la modernización del pozo Esperanza [Entrada 11-9-2017]. En realidad no era más que una máxima dentro de la teoría empresarial propia de la segunda revolución industrial, impulsada hacia el máximo crecimiento del beneficio vía concentración de capitales y empresas (latifundismo) o magnificando los ingresos de las más pequeñas dimensiones como las mercuríferas en Asturias.

Para alcanzar tales objetivos era precisa una organización de los procesos específicamente técnicos, exigidos desde la cúpula administrativa de la compañía, ajena a los conocimientos especializados. Correspondería pues a los expertos actualizar los métodos de explotación en las minas y los de beneficio del mineral en los hornos de la planta metalúrgica. En el departamento de minas, ello supuso la exigencia de equipos mecánicos –años 80, adquiridos en este caso- y  la modernización  de las instalaciones subterráneas y de superficie : construcciones de nueva planta para albergue de la maquinaria instalada y edificios complementarios. Con ellos Manuel se inicia como proyectista y constructor, actividad que ampliará desde este mismo decenio a otros campos y clientes. Pero será su labor y adecuada gestión como responsable de la producción de azogue de las minas El Porvenir la que distinga a esta compañía con las medallas de oro y plata en las exposiciones de Londres y Gijón [Entrada 18-12-2017], “ganando en la universal de París celebrada en el año 1900 otra de oro, por el concepto [específico] de Explotación de Minas” [Luque/Gutiérrez, 58, remitiendo a un estudio de Rafael Fuertes Arias, 1901, sobre las entidades dedicadas a la producción de mercurio en Asturias].

Con todo resultó mucho más relevante y de muy superior difusión geográfica y siempre en medios especializados los equipos de transformación del mineral de mercurio en el líquido metal, investigados y diseñados por Ramón Rodríguez en la casa, en la misma empresa que dirigía técnicamente. El alto rendimiento que supuso su puesta en funcionamiento  revirtió, esta vez por encima de otros factores,  en el muy significativo crecimiento productivo que distinguió esta década, tanto para El Terronal como para otras compañías. En este caso los hornos no se adquieren a fabricantes europeos, como resultaba habitual en la mecanización de las labores extractivas. Ahora se invierte el procedimiento: equipos de horneado de cinabrio diseñados  en Mieres son adquiridos por su alto rendimiento en empresas asturianas, nacionales y europeas. A finales del XIX La Soterraña, La Unión, La Explotadora y Pelúgano contaban con hornos Rodríguez o con el otro modelo, oficialmente bautizado Rodríguez-Gascue. El mismo ingeniero belga Alfonso Dory  (Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería, 1894) al referirse a El Terronal, centra su atención en dos nuevos modelos de hornos,  uno de retortas ideado por Rodríguez y otro de cuba para gruesos conjuntamente inventado por Gascue y Rodríguez. Precisamente este último modelo, al transformar sin interrupciones diarias grandes piezas de mineral, contribuía con máxima precisión a la producción intensiva y masiva que la industria del momento reclamaba, en palabras de Gascue: “(…) utilizando los medios que proporcionan el gran adelanto de todas las ciencias y los maravillosos descubrimientos modernos” [Luque/Gutiérrez, 48, 50-51].

“Maravillosos descubrimientos modernos” producto de la ciencia, investigación y diseño de equipos industriales desarrollados desde una empresa, empresa-laboratorio, inventos y patentes made in Mieres constituyen un producto de la cultura tecnológica a la postre superior al máximo beneficio alcanzado por El Terronal en 1898 y de cuyos dividendos  -tras 25 años sin ser percibidos por el accionariado menor-  participaron los capataces Ramón y Manuel, que un año más tarde figuran con un sueldo anula de 3.500 y 2.000 pesetas respectivamente [dato Fernández Gutiérrez]. Este momento eufórico y otros similares debieron intervenir en la imagen vaga transmitida por la familia a Benxa (n.1907) sobre la industria del mercurio como una fuente extraordinaria de riqueza directa  y prosperidad social inducida, no tanto a título exclusivamente económico, pues sobrevivió tras la desvinculación de El Porvenir con el Terronal y las significativas pérdidas de ingresos inherentes. Durante este último proceso y hasta el final de su vida, Manuel Álvarez no dejó primero de defender la viabilidad de esta industria frente a sus opositores, y después de demostrárselo a sí mismo manteniéndose informado de la evolución mundial de esta industria. Le hubiera colmado de satisfacción leer ese “Y aún quedaba lo mejor de la planta del Terronal”, titulando uno de los capítulos sobre la reactivación de su yacimiento amantísimo desde los años 1940 a cargo de la Sociedad Astur Belga de Minas, en el mismo estudio especializado que desveló tantas noticias sobre su implicación y la de su cuñado Ramón Rodríguez en la historia del mercurio decimonónico asturiano [Luque/Gutiérrez, 267].











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