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Aproximación a la obra de "Benxa" (1907-1989) por Baltasar y Covadonga Álvarez Quintana se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Este blog está bajo una licencia de Creative Commons: Reconocimiento No Comercial - Sin Obra Derivada./ Se permite copiar, distribuir y citar públicamente esta obra, con la doble condición de que se reconozca y mencione a los autores y no se utilice con fines comerciales. Tampoco, y en modo alguno, se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de ésta. Es voluntad expresa de los autores.

jueves, 18 de abril de 2019

233. Reportajes

Letra>Reportajes
Entrada 233. Publicada 18-4-2019










Benxa con su mujer Emilia posan con su primer hijo, el hombre cuyo primer año de vida retrata,
 esta vez de forma literaria un padre en forma de reportaje. Obsérvese que el título del mismo,
muy sugerente, incluye el término historia, apareciendo igualmente en ocasiones la denominación
de memorias. Trátese de un género u otro o de su pluralidad reunida, lo que realmente queda de manifiesto
es la doble participación de ambos sujetos como actores, a la vez inmersos en el ambiente de la época
reflejado en múltiples aspectos de interés, más allá de los relativos a la crianza de un recién nacido o a las
reflexiones que suscitan a Benxa el desarrollo del comienzo de la vida de un hombre.








Reportajes (1934-1983). Autobiografía, cultura tradicional, historia de familia, historia social, literatura popular.

Reportaje Historia de un hombre de un año1942 

Fragmentos, introducción y notas

Hace este ejemplar el número cuatro en el orden cronológico de la colección de reportajes, precedido por Revolución del 34Viaje a Francia Tabor. El autor se encuentra en un momento de plenitud vital e intelectual. Tras las experiencias dramáticas de la revolución octubre 1934 y la guerra prácticamente inmediata, su vida recupera la normalidad del trabajo, disfruta del trato con el paisanaje de Olloniego, se deleita poéticamente en el entorno rural y natural, en lo cotidiano que le llena por completo. No reanuda, porque prácticamente no abandonó, sus aficiones literarias durante los tiempos hostiles. Se incorpora además un cambio decisivo en su estado civil, al contraer matrimonio en 1940 con Emilia Quintana y asiste, al año siguiente, a la experiencia del nacimiento de su primer hijo, a la paternidad que vive en directo y revive literariamente. El reportaje deja testimonio del sentimiento de padre creciente progresivamente, de la evolución del ser humano en general a través de la de su hijo a lo largo de el primer año de vida. Como el resto de piezas de este género, las memorias sobre el bebé, inseparables, incluso notablemente más reducidas que sus propias reflexiones paralelas, aparecen divididas en epígrafes, cada uno de breve extensión, entre una y tres páginas (1). No obstante este reportaje en concreto observa un alcance muy superior en su extensión y, especialmente, en la amplitud y profundidad en sus contenidos respecto a los anteriores publicados [Entradas 222-232, 29 marzo a 13 abril 2019]. Será el lector quién decida sobre el interés de este último reportaje a nuestro juicio especial y superior respecto a los consultados. Con el que se da por concluida esta sección inédita de la línea literaria de Benxa, retomando la sección interrumpida de su labor como recopilador de lo que consideraba piezas del patrimonio asturiano desconsideradas y en peligro inminente de desaparición desde los años 1960.



Estaba sugestionado con aquella biografía de Baroja [Juventud, egolatría] cuando nació [F.M., su primer hijo, 1941] y me puse a escribir los incidentes de los primeros días de su vida; cuando me di cuenta había escrito tanto o más de la mía que de la de él y con la ventaja de que como lo hago para la intimidad, no tengo entre el pensamiento y la pluma ese “abismo ocupado por el amor propio y la vergüenza” que, como decía una escritora francesa, existe entre el pensamiento y las cuartillas, sin que sean unas memorias tan íntimas y tan sinceras como las que León Tolstoy llevaba escondidas en las botas para que no trascendieran a nadie, ni a sus familiares.[Pág. 2].

Escribir, no importa la calidad de la letra (2), escribir siempre fue mi debilidad, aunque no lo practiqué gran cosa, de la misma manera que siendo entusiasta de las cumbres, apenas practiqué el alpinismo […] El escribir es un acto libérrimo y puede expresar lo que se te antoje. Leer es un acto pasivo y escribir un acto dinámico. El que lee siembra y abona en su propio espíritu, pero el que escribe ofrece noblemente el producto de una germinación de ideas.[Pag. 5].

La noche que precedió al nacimiento hube de levantarme a una hora la mar de intempestiva y tomar la carretera de La Mortera que estaba oscura y llena de lodo […] sin afirmar y yo caminaba bajo chaparrones y en las tinieblas, hundiendo los pies hasta las rodillas […] iba a aquel pueblo a buscar una comadrona […] La señora que buscaba, una vieja aldeana, viuda y de muy digna presencia […] se vistió en el acto […] y con ella emprendí el regreso.[Pág. 7].

Por feos que sean los hijos -se dice con frecuencia- a los padres siempre les parecen hermosos”. Yo no he experimentado ese fenómeno que es la deformación del gusto por el sentimiento. A los artistas les ocurre algo por el estilo; el sentimiento artístico es como un espejo anamorfósico, que refleja la realidad de un aspecto diferente.[Pág. 8].

El que ante un cuadrado ve un cuadrado y pinta un cuadrado, pasará por un artista, pero no es más que un artífice. El que ante un cuadrado ve un cuadrado y pinta un rombo, no tiene sentimiento artísticos sino la expresión, no es un artista sincero sino amanerado, para él no existe la facultad artística y precisa para la creación, un esfuerzo que, por una economía inversa, desvalora, en vez de acrecentar, la obra de arte. Por fin un tercero que ante un cuadrado ve un rombo y pinta este rombo que ve, es el verdadero artista, el que crea sin deformación intencional ni esfuerzo: este es el artista por antonomasia y por excelencia.[Pág. 8].

La madre y las tías [de Caperuchito, apodo del bebé en el reportaje] no pueden darle mucha gracia porque apenas la tienen para sí y que no tomen esto a ofensa porque para mí, el ser sosa una mujer es una cualidad que contribuye a su belleza plástica; el prototipo de mujer sosa y nada efusiva es una estatua y al elogiar los atributos de una mujer sacamos a relucir el termino “estatuaria”.[Pág. 21].

Quisiera que fuera para la ciencia y el arte un escéptico en el momento de aprender y una personalidad en el momento de discurrir, yo que pienso, como los griegos, que esto de tener personalidad es la mayor satisfacción de la que puede gozar un hombre.[Pág.21].

Desde luego que estos deseos míos responden a mi índole espiritual y acaso la personalidad de él sea el no tener personalidad. En mí fue una manía casi, esta obsesión por la originalidad, por huir en las costumbres y en las ideas del ritmo y de los conceptos corrientes; prefiero hacer un mal papel a hacer el papel de todo el mundo, juzgando acertadísimos aquellos versos del teatro clásico español: Quien vive sin ser sentido/ Quien sólo el número aumenta/ Y hace lo que todos hacen/ ¿En qué difiere de la bestia?[Págs. 21-22].

¿Ministro o poeta? Que sea ministro, que sea más si puede... pero que no le falte algo de poeta. Recuerdo esta nota de mi adolescencia: “Preciarse de ser poeta, de hacer alarde de sensibilidad, es como jactarse de padecer un mal cualquiera; en ambos casos es poner en evidencia cualidades desgraciadas”. El ultrasensible se encuentra en situaciones morales ásperas que no lo son para un espíritu normal, así como un espíritu normal padece en circunstancias que no afectarían en lo más mínimo a un bruto. Pero el ultrasensible, el poeta, ve idealizada, embellecida la realidad y hasta la realidad dolorosa, a través del prisma de su fantasía y de la fibra de su sentimiento.[Pág. 24].

Yo fui poeta y lo soy. Ser poeta es muy práctico, aunque unánimemente se crea lo contrario, sirve para esto: cuando se encuentra uno en un situación enojosa, se pone en actividad la imaginación, se parangona la situación propia con la de tal o cual héroe e incluso se describe el trance en estrofas bien medidas y rimadas. Entonces el momento pierde mucho de su aspecto sombrío, se embellece y hasta es preferible padecer el trance.[Pág. 24].

En Madrid (3), más suspicaces, descubrieron en mi al poeta, no por las décimas, porque allí no tenía tiempo para escribirlas, sino por la vitola: el indumento un poco descuidado, la “originalidad” en las ocurrencias y en la conducta y sobre todo el pelo, abundoso y enmarañado. Franch, un compañero de estudios, me llamaba el “Fígaro” de la academia y yo estaba ufano con el remoquete. Por entonces -1930- conocí deambulando por Madrid a un individuo mísero que ostentaba el corte y los detalles de los clásicos artistas de la bohemia: largo y raído gabán, sombrero de alas espaciosas, larga melena, ampuloso lazo en el cuello y la característica pipa entre los dientes. Yo le miraba con curiosidad como a ejemplar superviviente de un género desaparecido y le conocía por “el último romántico”.[Pág. 25].

¿Es guapo o es feo el nene? No me da más. Me ratifico en que es la sustancia gris lo que de él más me interesa. […] William Crockes hizo un símil admirable para demostrar la importancia del cerebro […] todos los demás órganos y miembros del cuerpo están supeditados al cerebro y no tienen más razón de ser que el de sostenerle y servirle. “El hombre es un cerebro que se ha creado órganos”.[Pág. 26].

A todas las preguntas que me hagan los importones acerca de la orientación intelectual que he de dar a mi hijo, tengo preparadas adecuadas réplicas, todas ellas de carácter ambiguo e indeterminado: ¿Qué va a estudiar tu hijo?: _Libros./ ¿Para qué va a estudiar tu hijo?: _Para saber./ ¿Qué va a ser tu hijo?: _Cualquier cosa menos futbolista.[Pág. 26].

Yo siempre estimé mucho esta condición de asturiano y, contra lo que se me predique, la antepongo a la de español. Siento y amo más a Asturias que a España y los que me digan que siento disparatadamente, les replicaré que ello obedece a lo que Pascal llamaba “razones del corazón”. […] España no es una realidad, sino una suma de realidades, o más bien un conjunto de realidades heterogéneas y por eso a España no se la puede amar sino con un amor intelectual que implica el conocimiento previo de circunstancias raciales, geográficas, etc.[Pág. 28-29].

Ha cumplido un mes (4) [...]Reír todavía no se ríe con franqueza, no salió aún de la categoría de angelote […] Yo no le quiero gordo porque se me antoja que lo que va en materia irá de menos en espíritu. Será un prejuicio, pero creo que conviene mejor a un sujeto espiritual menor cantidad de masa: le quiero un tipo fino, ligero, ingrávido.[Pág. 32].

Hizo su primera salida de casa (5). No había de abandonar el techo natal hasta que su madre le llevase a ofrecer a la Virgen […] No sabemos aún si el nene será rubio o moreno; el color de sus ojos es indefinible: es un pardo subido y lechoso, y que cuando sea mayor me perdone la comparación, pero son, a mi parecer, del color del ciénago de esas charcas donde los renacuajos […] pero tuve que recurrir a este ejemplo en el trance de buscar una imagen exacta.[Págs. 33-34].



NOTAS

  1. Figura en la última página fechado el 17 de febrero de 1942, el día en que cumple el año el hombre de la historia. Se citan algunos títulos de los epígrafes en que se divide el reportaje. Dominan los títulos a la medida del contenido sobre las entradas simplemente fechadas, más propias de un diario, lo que no se corresponde con la naturaleza de reportaje como tal, si bien el mismo autor refiere algunas veces el texto como memorias del pequeño. Elogio de la cobardía. Campanadas. Do-re-mi-fa-sol. El miedo. ¡Ea, ea...!. El bohemio. La camisita de rayas azules.. El hombre de carrera. El cura que le bautizó. El bien y la idea del bien. Paso a la prole (descendencia numerosa). Hermanitos de leche. La hermosura de los hijos. La tentación de Baruch Espinoza. Literatura de ida y Literatura de vuelta. Monaditas. La moral comparada. Borona. Lo que dijo el doctor angélico. Los idiomas y el mar. Primer golpe. Travesuras tardías.
  2. Su padre no veía con buenos ojos los primeros escritos de Benjamín adolescente, dígase su inclinación por la escritura. Le reprochaba a la par su mala caligrafía, lo que Benxa defiende como una virtud de quién escribe mucho. Ambos datos figuran en este mismo reportaje.
  3. Se refiere al curso pasado en Madrid preparándose para obtener el título de aparejador, en régimen de excedencia laboral, pues ya ejercía como topógrafo de mina en Olloniego en vida de su padre.
  4. Y el reportaje va en este punto por la página número 32, con escasas menciones, intercaladas, dedicadas al bebé. No constituye sorpresa alguna, el mismo autor lo anunció al comienzo y al hacerlo convierte el texto, entre otras cosas, en unas memorias dobles y compartidas: la del hijo, la del padre y la proyección del padre sobre el hijo.
  5. En el texto aparecen con frecuencia la mentalidad, costumbres, rituales y tradiciones vigentes por esos años -y procedentes de las décadas anteriores- en torno a la crianza de los neonatos. Por ejemplo, admirar el sobrepeso -más acentuado aún en un momento de escasez y racionamiento de alimentos-, el momento establecido para la primera salida del bebé de casa, pautada a partir de cumplir el mes; abrigarlos con numerosas mantas, vestirlo de corto a determinada fecha, la expectación que causaba los bebés en una sociedad más ruralizada de lo esperado en una región industrial debido a la situación histórica puntual en que se desenvuelve el reportaje.















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