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Aproximación a la obra de "Benxa" (1907-1989) por Baltasar y Covadonga Álvarez Quintana se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Este blog está bajo una licencia de Creative Commons: Reconocimiento No Comercial - Sin Obra Derivada./ Se permite copiar, distribuir y citar públicamente esta obra, con la doble condición de que se reconozca y mencione a los autores y no se utilice con fines comerciales. Tampoco, y en modo alguno, se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de ésta. Es voluntad expresa de los autores.

sábado, 20 de abril de 2019

234. Reportajes

Letra>Reportajes
Entrada 234. Publicada 20-4-2019









Página inicial del reportaje Historia de un hombre de un año.
En ella figura el protagonista de las memorias, el apodado  Caperuchito,
vestido con el traje que dio lugar al sobrenombre.







Reportajes (1934-1983). Autobiografía, cultura tradicional, historia de familia, historia social, literatura popular.

Reportaje Historia de un hombre de un año. 1942

Fragmentos, comentarios y notas (cont.).

No tengo ningún entusiasmo en que mi hijo estudie una carrera. Quisiera, eso sí, que fuera muy culto, que tuviera muchos conocimientos, pero adquiridos libremente. Una carrera es como un cauce para los conocimientos, como un embalaje en el que se aprisiona una mezquina cantidad de cultura, donde ésta aparece tasada y limitada como una manufactura cualquiera. ¡Fuera trabas! […] La carrera es la expresión bastarda de la cultura, la forma en que ésta se ofrece para hacer ostentación, para tener validez oficial y para rendir alguna utilidad material. “Las artes -dice Ortega y Gasset- nada tienen que ver con estas cristalizaciones humanas”. […] Mi ideal es el de un “hombre indefinible” por contraposición al “hombre de un solo verbo”, al que “para una sola cosa habéis de buscar, porque no vale para dos”, como magistralmente escribe Gracián. […] “Infeliz genio el que se declara por una sola materia, aunque sea única, aún más, sublime” […] ser un espíritu ilustrado […] y adquirir lo que yo me atrevo a llamar “conocimientos de extrarradio”.[Págs. 35-36].

¡Hizo su primer viaje! Y se fue a Oviedo como buen aldeanito ollonieguense […] Salió en el tren de la tarde y regresó en el autobús, de modo que experimentó la tracción de vapor y de gasolina, lo que es mucho para la brevísima experiencia de viajero novel.[Pág. 39].

Yo nunca seré nada en la vida; así como no valgo para mandar, no valgo para otra cosa que para sentir y soñar; todo lo más para escribir lo que siento y sueño. Soy hombre de pasión y no de acción […] para ser algo en la vida me falta ambición [...] Que el Caperuchito se parezca a mi en el idealismo y en otras cualidades, pero en esta indolencia, no. [Pägs. 44-45].

Tengo la pretensión de que el Caperuchito sea unigénito, pero por una parte quisiera que tuviéramos unas ocho criaturas para ver si ella [la madre] persistía en estas contemplaciones para con la octava. […]. Otro viaje […] bajamos en el tren hasta Las Segadas […] El campo estaba hermoso en la tarde de sol, los árboles floridos y la pradería de un verde intenso y renovado.[Pág. 47].

La niñera y el cochecito. Nuestro nene aún no sabe lo que es ir en brazos extraños: no tiene niñera; hacen de niñeras sus tías maternas que se le disputan y su madre que apenas le abarca con el lío de trapos que le envuelve [...]. Hace mucha gracia verla [a su madre] la mar de ufana, sosteniendo en brazos al rorro, pues esto de que la madre sea para el hijito todo: madre, nodriza, niñera e institutriz será ante la sociedad menos distinguido, pero es en sí más natural, más castizo […]. Conmigo, según tengo entendido, no se observó este rigorismo castizo, pues tuve una niñera castellana (1), bastante desidiosa por cierto, que me llevaba sucio a paseo y a las casas de los vecinos de La Pasera […]. [Pág. 49].

El niño aún no está en la edad de sentarse en un cochecito, pero tengo la pretensión de que cuando le vistan de corto y pueda hacerlo (2), se prive de esta comodidad estúpida que le impida hacer ejercicios tan necesarios para su desarrollo. No es sólo una razón de orden higienista (3) la que determina esta intención. El cochecito para el niño es un lujo o una novedad. Antiguamente sólo acarretaban criaturas los padres ricos; ahora cualquier matrimonio modesto adquiere el cochecito […] pero el poder de la reminiscencia da a la posesión de este modesto vehículo cierto aire de distinción […] como elemento de novedad tampoco me agrada: soy tradicionalista en ésta como en tantas cosas y prefiero que mi hijo ande por el suelo como un falderillo descubriendo tantos bichitos y tantas cosas como en él se suelen encontrar […]. Por el suelito, sí, antes que el coche cursi y pretencioso.[Pág. 50].

A mí se me reprocha que soy un adán y un abandonado. Entre ser un adán y ser un currutaco, hay diferencia: para esto último hace falta la molestia de un cuidado continuo, a no ser que sea uno suficientemente rico para tener una docena de equipos y suficiente servidumbre para que adecenten a uno la indumentaria […]. Si sólo tuviera encantos el ser un elegante, merecía la pena molestarse en serlo, siquiera en apariencia, pero como el ser un poltrón y un desarrapado tiene también sus encantos, opto por esto ya que es más asequible y más cómodo. […] Y hay cosas en la vida -juguetes de la vida, como decía Salaverría- tales como la novela picaresca, los lienzos de Brueghel, las canciones populares y el tabaco fumado en pipa, que no se pueden saborear si está uno peripuesto y vestido de señorito. La pipa paricularmente es incompatible con lo “chic”.[Pág. 51].

El cantar a un niño para que duerma es un gran motivo poético y el origen de un género musical y coreográfico: las canciones de cuna […]. Y como asturiano y como asturianista, me emociono con estas canciones cantadas por una madre en un ambiente típico: la paz de la quintana en una tarde triste, húmeda y llorona de orbayo. Así estas canciones monótonas y dolientes obligan a imaginar corredores aldeanos, parvas y balagares, la voz lejana del arrapiezo que “llindia” la vaca, el tintineo de las esquilas y, en fin, todo esto que compendia el paisaje y el alma de “mi Verde Erin, de mi católica y pintoresca (4) Asturias” -empleando la frase precisa de Clarín.[Pág. 53].

¡Pobre Caperuchito! ¡Quisiera que fuese tan asturianista como yo![Pág. 54].

Su tercera salida. […] casi todo el tiempo llevé yo el nene en el cuello […] Subiendo el Padrún cruzábamos con vendedoras que venían con sus borricos del mercado y alababan mi conducta por llevar el niño en brazos. Al parecer son pocos papás los que hacen esto. […] En el regreso muchas personas admiraron al niño por lo desarrollado que está para dos meses […] (5).[Págs. 55-56].

Primeros azotes, precisamente el día que cumplió los tres meses […]. Los azotes y los cogollos de oro. [Título de un epígrafe en los que se divide el reportaje en el que figura anotado a lápiz “Publicado”. Igualmente versa sobre su teoría de la educación por parte de los padres]. [Pág. 63].

El día de la Ascensión […] le hicieron por primera vez la señal de la cruz. Yo no sé qué provecho le reportará este acto cuando aún no se apercibió de él y su manita fue guiada […]. Otra novedad […] se le escapó la primera lágrima. A ver si en la vida se le escapan tan pocas como a mí […]. En diversas ocasiones sentí venirme las lágrimas a los ojos pero sin derramarlas y casi siempre por motivos de emoción poética o patética, no dolorosa, como la impresión que me produjo un lienzo en el museo de Arte Moderno [...].[Pág. 71].

Cuando yo era un chico se me ocurrían frases más o menos filosóficas que apuntaba en mis estropeados cuadernos. Una vez escribí lo siguiente: “Un niño es un hombre puesto en ridículo.” […] Cuando hablamos del hombre “en genérico” nos lo imaginamos en la plenitud de su vigor, de su talento y de sus elevadas facultades. Un niño es categóricamente un hombre y como en él estas facultades están sin desarrollar, la impresión que producen sus actos es dispar con su condición, es lastimosa y ridícula. Claro que esto aparece así visto desde donde lo ven los dioses, desde donde estaba yo cuando se me ocurrió aquella frase. Cuando al pensar lo hacemos con la conciencia de que somos mortales y de que algún día fuimos niños, entonces mi frase ya no será una sentencia olímpica sino simplemente una greguería (6). [Pág. 73].

La madre y la abuela del pequeño héroe insisten en que tiene las manos grandes y feas. Quisieran para él unas “manos ojivales”, como decía en unos versos a su novia el ya aludido Gerardo Diego (7). Ahora que estoy releyendo la “Filosofía del Arte”, Taine me sorprende con esta consideración […].[Pág. 74].

La estridencia de la gaita asturiana la oyó Caperuchito hoy por primera vez. También la canturria del grillo […]. Tres acontecimientos en un día, porque en esta fecha se vistió de corto y le retratamos y trabajó como actor teatral. El vestirle de corto resultó un acierto pues “ya se lo pedía el cuerpo”: está crecido y gordito y le parecían mal aquellas mantas largas que dejando ver solamente la cabeza y los brazos y dan a los bebés el aspecto de sirena.[Pág. 79].

Para celebrar el triunfo/un banquete planeamos,/pero quedó en café y churros/ porque estamos racionados/ (8).Pág. 80].

[…] asistió a una romería [fuimos con él] a Las Segadas para pasar por aquellos hermosos contornos la tarde. Allí nos enteramos [de la romería en otro pueblo vecino] [en la romería, como ambientación] un altavoz, unos incansables (9)y una gaita: vimos bailar al son de ésta a un viejo-mozo y a una niña-vieja. Yo sólo bailé dos piezas […] [el pequeño] muy contento. En esto no se parece a mí. A mí me gustó siempre divertirme pero no en las romerías precisamente. Por la razón de que no soy gregario, siempre opté por el carácter privado de la diversión y cuando asistía a una romería volvía con “spleen” […]. Este tedio de las romerías no es un fenómeno particular; es común en nuestra región donde el refranero y las canciones le reflejan como una psicosis endémica: “El que va a la romería, pésai al otru día”. “Vengo de la romería/vengo triste y fui contenta”. “Fuiste a la romería/yo non te lo mandé/viniste sin el mozu...”. “La primera vez de mió vida/que fui al Carmín de la Pola/subí la cuesta llorando/y vine pa casa sola”.[Págs. 85-86]. 



NOTAS

    (1) La enfermedad que precipitó la muerte de la madre de Benxa debió de manifestarse ya durante el parto. De ahí que el bebé tuviera un ama de cría y que el hijo de ésta, que garantizaba la leche natural para ambos, fuera denominado “hermano de leche”. Este hermano de Benxa lo visitaba con frecuencia, todavía por los años 60, saludándolo efusivamente con un cálido: _¡Hola, hermanu!.

    (2) Se remite de nuevo a la nota nº 5 de la entrada anterior, nº 233.
    (3) La noción de higiene entendida como limpieza, es reciente. Al menos durante el siglo XIX y aún en los años cuarenta del siguiente, observa significados de más amplios. Ha venido siento objeto de estudio monográfico y científico desde varias disciplinas.

    (4) En el enunciado que prometimos referir por última vez los invariantes o constantes que afloran como términos conceptuales en los trabajos de Benxa, omitimos uno igualmente que hace las veces de convidado permanentemente en sus citas: pintoresco, lo pintoresco. En cuanto a las nanas en asturiano continúa escribiendo Benxa que él mismo las utilizaba para adormecer a su primer hijo pero, para su asombro y decepción, le sonaban en sus adentros piezas del cante hondo, en vez de a tonadas asturianas.

    (5) Efectivamente, debía de resultar difícil sacar a una criatura recién nacida adelante durante este segundo año de la posguerra. De ahí la admiración cuando se conseguía, lo que siempre resultaba más factible cuanto más desahogada fuera la posición social de los padres, aunque no fuera éste el caso que aquí se trata. La mortandad infantil entre la base social, más aún en los núcleos industriales y urbanos que en los rurales, se supone que debió incrementarse durante estos años de tan acusada escasez de alimentos de primera necesidad. Cuando el autor menciona esta expectación que suscita el rorro por su buen desarrollo físico, no creemos que se trate tanto del orgullo del padre que lo narra como de la difícil crianza de los bebés por aquellos años de precariedad. Baste la cita de Benxa en el mismo reportaje, cuando el niño recibe de su padrino como bollo nada menos que “una libra de chocolate, regalo que estimamos mucho por lo que escasea el artículo” (pág. 57). 

    (6) Como greguería debió bautizar Ramón G. de la Serna (1888-1963) sus aforismos literarios tan originales. Frases cortas de contenido humorístico muy particular: sorprendentes, agudas, ingeniosas, juguetonas con el lenguaje y la lógica. Su lectura parece ser que fue muy estimada y frecuentada por Benxa (información oral). 

    (7) Benxa conoció en Gijón, siendo estudiante, a Gerardo Diego, según expresa en el reportaje Escuela de Industriales [Entrada 231-, 12-4-2019]. No le agradaba su poesía que la denomina algo así como creadorista; demasiado moderna, sin el tiempo ni la rima a los que sometía el entonces estudiante su poesía a la manera clásica. Incluso le llegó a entregar en persona unos versos -es el término que utilizó Benxa, no poemas y apenas poesía-, por los que el poeta, ya con cierto reconocimiento, no manifestó mayor interés, aportándole su opinión como una simple cortesía, según cita el joven aprendiz de poeta.

    (8) Una tía del niño terminaba el bachillerato, todavía por entonces muy restrigidamente cursado por mujeres y casi siempre, como en este caso, orientado a la formación de maestras nacionales, una de las primeras profesiones femeninas del siglo XX. Se hace observar en este pasaje que en vez de café, se deseaba celebrarlo con un chocolate a la taza, de siempre muy apreciado por Benxa. Esa clase de estrofillas puramente graciosas y pareadas acostumbraba Benxa a componerlas con gran facilidad y sobre la marcha, a propósito de cualquier acto menor. 
    (9) Parece referirse con incansables a una charanga o grupo reducido de músicos que tocan principalmente percusión y metal, recorriendo fiestas privadas o públicas allí donde se les contrataba. Incansables debió ser el nombre que se les daba al menos en Asturias, siendo el de txaranga, en otros lugares, especialmente en el País Vasco, junto con Valencia las áreas de mayor actividad.














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