Entrada 161. Publicada 10-10-2018
1.8 Colaboraciones en prensa (III).
Columna "Tendal" (cont. 20). Parte segunda.
Entre calles, plazas y patios: pabellones. (Estudio)
Pero a pesar de su proximidad formal con estos pabellones de los barrios de la autarquía y de los que se puede considerar su antecedente más directo, el ala única de cada cuartel obrero mantiene todavía una solución elemental para los accesos colectivos. Consiste en la disposición exterior de la escalera que comunica con la planta superior-o como mucho las dos plantas-, situada en el costado del edificio y que a su vez precede un corredor igualmente abierto a la fachada principal, dotado del exclusivo fin de dar acceso a cada una de las numerosas viviendas enfiladas. En cambio en estos otros pabellones de las primeras barriadas de la autarquía, ambos elementos se fusionan en un espacio interior que integra la caja de la escalera precedida del portal y en el que los accesos a las viviendas se fraccionan de dos en dos, a ambas manos de cada planta, con el consiguiente efecto de una independencia mayor. En definitiva, una solución más evolucionada para los elementos comunes y nuevamente efecto, esta vez generalizado o popularizado, de las fórmulas procedentes de los edificios de viviendas de las clases más desahogadas del siglo XIX, al tiempo que más adecuada al clima húmedo local que la secuencia de elementos comunes expuestos a la intemperie.
El pabellón como el edificio compuesto de varias alas o pabellones queda asociado a la arquitectura milochocentista de la que constituyó una creación genuina de amplísima difusión y flexible adaptación a diversos programas de usos. Su vida prosigue al menos durante la primera mitad del siglo XX, siempre en constante evolución, bien fuera como continuidad de la versión tradicional, bien prestándose como base de experimentación dentro del ámbito de la arquitectura de vanguardia.
Ni en Santa Marina ni en todos estos barrios inaugurados al mediar el siglo XX [Entrada 155, 1-10-2018] se pierde la dimensión horizontal como dominante. Define ésta otro de sus rasgos morfológicos esenciales, lo que no impide desarrollarse en altura por encima de la planta rasante, una opción por el contrario descartada de estas promociones más modernas donde precisamente se impone el alojamiento intensivo. Si como modelo de edificio de densidad media se evita el pabellón de planta baja, también se limita la altura por encima de los cuatro pisos levantados sobre una planta baja y ésta, a su vez, sobre un semisótano de cimentación y aislamiento que bien originariamente, bien tras la reforma de los años sesenta se destinó a acoger las carboneras donde cada familia almacenaba el pago en especias del salario minero. En función de la demanda local de hogares y de la topografía del terreno, los pabellones oscilaron entre un mínimo dos pisos de viviendas (muy extendido en L´Ará, Riosa, y presente originariamente en Santa Marina) sobre sótano (siempre construido en mampostería vista); las tres plantas vivideras (el prototipo más extendido); y, en menor medida, los pabellones de superior altura (Les Maces de Morcín, debido aquí a la escasez suelo edificable libre de desniveles acusado, así como en algunos bloques de San Pedro). La limitación en el número de plantas vino determinada por evitar la ascensorización de los edificios, un equipamiento fuera del alcance de la economía del vecindario de estos poblados. Pero, en contrapartida, permitió una disposición racional y relativamente cómoda de los pisos altos que poco después, por razones especulativas, desapareció de las viviendas acogidas de promoción particular para clases urbanas de bajos recursos, donde se alca lanzaron las cinco plantas sobre un piso bajo indistintamente destinado a vivienda o locales.
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