Entrada 122. Publicado 4-5-2018
4.5 Manuel Álvarez Álvarez (cont. 30)
(Antepasados técnicos industriales de Benxa)
1900-1906. Trabajos de entretenimiento.
El concejo de Mieres y sus alrededores a vista de pájaro, 1906
6. Primera evaluación del plano topográfico de Mieres al cabo de 112 años de su conclusión
La singularidad e interés del mapa de Mieres a vista de pájaro puede resumirse en tres apartados: 1. A título individual o personal, como la muestra más lograda del breve repertorio de entretenimientos de tiempo libre de Manuel Álvarez. 2. Dentro del marco de la disciplina topográfica del momento en que fue conformado y, actualmente, como un exponente de la cartografía histórica. 3. Por lo que pudiera entrañar como fuente gráfica sobre la cuenca del Caudal en un momento crucial como el del cambio de siglo XIX al XX, cuando la irrupción industrial ya se refleja como un hecho consumado, descrito con especial atención como corresponde a la profesión del autor, aún cuando el mapa industrial secunde el trabajo sumamente minucioso y esmerado del medio físico que otorgaba sentido preferente la topografía de entonces.
1. En lo que atañe primer aspecto, con la mirada de pájaro sobre el territorio de Mieres y sus contornos establece Álvarez el comienzo de los trabajos realizados por una exclusiva motivación personal. No consta tampoco, como sería hoy de esperar, que contara con el respaldo de una entidad u organismo que sufragara parcialmente los gastos de su ejecución, llevada a cabo a lo largo de años y consiguientemente autofinanciado. Ello no impidió llevar a término el sin lugar a dudas entretenimiento de más dilatado desarrollo temporal; también la pieza más acreditada y estimada de sus pasatiempos, entiéndanse así, como obra personal o trabajo de autor. En cualquier caso constituyó su opera prima, gestada a lo largo de su juventud y primera madurez, en un contexto profesional de actividad intensa y de consumación de la familia nuclear (posible el inicio del proyecto lo abordara ya casado, coincidiendo su conclusión con la gestación del último hijo, Benxa). Se trata de una iniciativa de carácter extensivo, desenvuelta en una secuencia prolongada en la que se insertan constantes interrupciones. Ambas circunstancias no pasan desapercibidas ni en el dibujo del relieve, donde se evidencian trazos de desigual factura, ni en la representación o ausencia de elementos de la actividad humana que remiten al momento concreto del periodo de años en el que la tinta los fijó sobre la tela. En ello puede observarse una especie de asincronía por áreas espaciales que parece obedecer a estas circunstancias indicadas y del todo ajena a un trabajo profesional de ejecución normal, continuada e intensiva o, sin más, a un levantamiento facilitado por los medios avanzados hoy en vigor. En cualquier caso un examen pormenorizado del plano permitirá comprobar los principios ya avanzados en páginas anteriores: la iniciativa personal, la estima profunda por la profesión y las materias vinculadas asimiladas durante el periodo de formación, la gratificación hacia los estudios recibidos, la curiosidad e inquietudes técnicas, la incuestionable laboriosidad, método y constancia, pero también la autoexigencia y el estudio como medio construcción personal constante y materialmente desinteresado.
La práctica del dibujo técnico acompañó estrechamente la carrera profesional del autor. Después y en paralelo a la dedicación en ratos libres al levantamiento y dibujo del mapa topográfico, se sucedieron los trabajos de planimetría geológica, minera, urbana y de edificios. Pero parece que las creaciones técnicas de naturaleza geográfica, es decir, representaciones de lugar o áreas de la superficie terrestre y especialmente las de morfología tan accidentada de su entorno resultaron ser las preferidas para poner en marcha sus ejercicios técnicos de tiempo libre. Otras piezas, producto igualmente de su escaso tiempo libre, dejan prueba de ello. Y entre tales una en especial, ya publicada gráficamente [Entrada 22, 13-10-2016] pero que cobra ahora mayor significación. Se trata de otra labor topográfica concluida a menos de un año de su fallecimiento y concluida veinticinco años después de poner término a la carta geográfica de Mieres. La conformación respondió a un trabajo en colaboración con Benxa. Éste, por entonces joven topógrafo transmite al veterano y primer instructor nuevos y más precisos sistemas de descripción del relieve, como las decisivas curvas de nivel, ausentes aún en la vista de pájaro sobre el concejo de Mieres. Tal iniciativa conjunta parecía indicar que la cartografía se perpetuaría por una generación más. No será así. Con los Montes de Olloniego, Tudela, Anieves y Veguín, fechado en 1931, se clausura la topografía de autor entre los descendientes de Manuel Álvarez. Independientemente de esta anécdota generacional, los estudios gráficos acotados llevados a cabo en momentos de ocio por el padre de Benxa ponen de manifiesto una tendencia de aspiración más técnica y científica dentro del total de sus iniciativas personales, siempre teniendo en cuenta las restricciones de la topografía de entonces respecto a la práctica actual. En cambio en los trabajos de por libre que ocuparon su interés personal en los últimos años de actividad recreativa, fueran los de proyección planimétrica o los cartográficos, comienza a evidenciarse una cierta síntesis de lo técnico con una creatividad emergente. Se recrea, por ejemplo, en el ensayo del relieve (cordillera Cantábrica) desde un punto de vista escasamente convencional, inserta notas extensas en los espacios que dejan libres las áreas del terreno descrito, o reconstruye itinerarios históricos a su paso por los contornos donde desenvolvió su vida. Talmente parece que en la vejez amplia el espectro de sus inquietudes e introduce intereses y similar atención por las curiosidades que luego centrará la producción de Benxa. Como si la edad avanzada sin menoscabo del continuo autodesarrollo y la juventud receptiva cuando coinciden entre dos generaciones consecutivas, la frontera de las inquietudes comunes a ambas se desdibujan generando un continuo, otra clase de sucesión más allá de la biológica.
2/ En las escuelas de capataces, luego de facultativos de minas, la topografía parece haber tenido un peso especial en el programa de materias. Sus aplicaciones iban más allá de la industria extractiva, asociándose por excelencia a la ingeniería agrónoma, de obras públicas y minera. En ésta permiten resolver proyectos como el trazado y ejecución de túneles, galerías y pozos, o cuantifican volúmenes de materias extraídas. No es el caso del trabajo concluido por Álvarez en 1906. Más adelante se verificará la orientación geográfica del mismo, otra de las disciplinas que indirectamente incorpora. El hecho de no concebirse como un estudio o proyecto de topografía minera refuerza su condición de obra personal, sustenta la atracción sentida por esta materia fuera del marco profesional, al tiempo que lo aproxima al perfil de geógrafo, cuerpo antaño desprovisto de la definición que conocemos, asociándose a otras profesiones y cometidos, caso de los geógrafos militares.
De cualquier forma el plano que nos ocupa no deja de constituir un documento de topografía histórica y, calificándolo de mapa -los mismos principios de la topografía contribuyen a ello-, también un testimonio de cartográfico centenario. Lo entendemos conformado a la manera antigua, pese a precederlo los siglos que lo separan de los orígenes de la cartografía en la Antigüedad. De factura antigua y relativizadora de su componente científica por anticiparse a las grandes transformaciones conocidas por la disciplina a efecto de métodos, procedimientos, aplicaciones e instrumental en los últimos setenta años. Ilustra entonces el estado de los trabajos topográficos a mediados del siglo XIX, nada menos que siglo y medio atrás. Una etapa que sucede y a la que en gran medida debe la calificación de campo del saber especializado y científico alcanzados en el siglo XVIII, cuando se formalizan y sistematizan los conocimientos de la disciplina a partir, a su vez, de las investigaciones y revolucionarios descubrimientos de la centuria anterior en torno a la configuración y representación de la Tierra. Son los siglos de los grandes maestros de la cartografía centroeuropea, figuras singulares que trazaron los fundamentos de la topografía que se enseñaba en los centros de formación técnica, incluida la Escuela de Capataces de Mieres donde se tituló Álvarez. El examen de su plano topográfico dará cuenta del estado de la materia al mediar el 1800, y del grado relativo del rigor y precisión alcanzados respecto a los conseguidos en las siguientes décadas del siglo XX; deja testimonio del resultado de las limitaciones del instrumental con el que se operaba en la fase de levantamiento, el esfuerzo fisco de lositinerarios, los trabajos desde distintas estacionesde referencia y, en suma, la dilatación de los tiempos que suponía la ejecución directa sobre el terreno. La laboriosidad, difícil de imaginar actualmente, propia de esta fase paleotecnológica,desarrollada a partir de aparatos analógicos prosigue en los mismos términos en la labor de gabinete donde se procede al dibujo definitivo de la carta geográfica. La mano y las plumillas insistentemente entintadas suponían los únicos recursos de una representación sumamente detallada y milimétrica. Calcular el número de rayas que dibujan a línea la actividad humana sobre la superficie del terreno o las que se agrupan en las tramas de distinta densidad para modelar el relieve del concejo de Mieres y sus colindantes se asemeja a contabilizar los hilos de un tapiz, las puntadas de una bordado minucioso o los mismos granos de arena de una playa [Rara avis nº 30, publicado 3-5-2018].
Sin duda el estudio topográfico de Mieres supera en dedicación y en calidad de documento cartográfico histórico la serie de planos sobre la villa de Mieres, los ya publicados en el blog y los pendientes. De su suma, más que por numerosa estimable en el sentido de formar una colección monográfica sobre el concejo, exclusiva no tanto a efectos de la existencia de otras planimetrías debidas a organismos oficiales sino como creación personal, permite considerar a Álvarez como un autor asiduo en el trazado de los que pueden considerarse documentos cartográficos del Mieres del cambio de siglo y primer tercio del XX; de Mieres villa registrando su evolución urbana y del término municipal descripción plana y acotada del medio físico y los efectos de la acción humana.
3. La referencia a materiales de cultura asturiana (o su contribución a ella) que figura como subtítulo del blog centrado en Benxa resulta evidente que se está haciendo extensiva y dilatada a su padre y otros técnicos de la minería emparentados directamente con él. Pero los posibles sedimentos de ámbito familiar van perfilándose claramente diversificados por materias. Independientemente de que procediera rectificarse el título del blog en correspondencia con la ramificación de los sujetos tratados, Benxa es a las letras periodísticas, a la Historia y al patrimonio lo que su padre Manuel ahora, en este pasaje concreto, a la Geografía. El estudio del medio físico y de la actividad humana claramente determinada por aquél sobre una superficie determina del suelo establece la alianza entre aquélla disciplina y el capataz de minas que diseñó el mapa topográfico del corazón de la cuenca del Caudal. Cobra sentido entonces calificar su trabajo de fuente de conocimiento para distintas ramas de la Geografía de un siglo abundante hacia atrás. La Geografía Física se dibuja, literalmente, en los accidentes del terreno por efecto tectónico y de los agentes de erosión, acota los techos o alturas y se detiene con efecto de lupa en el modelado de las vertientes tanto como en las redes fluviales y valles. Registra para la Geografía Humana los tipos de asentamientos, caserías aisladas, aldeas y villas emergentes; las redes de transporte de un territorio todavía densamente ruralizado (caminos vecinales) y las entonces arterias mayores que posibilitan el tejido industrial: la carretera de Castilla y los ferrocarriles de largo recorrido. Transportes y Geografía industrial: el trazado de los ferrocarriles mineros o de las principales empresas y las instalaciones de los yacimientos de hulla (por entonces todavía afrontadas desde el sistema de explotación de minas de montaña) con las trincheras y planos inclinados). Los enclaves mayores de la planta siderúrgica de Fábrica de Mieres o de las minas de Riosa en Ablaña, sin prescindir de la descripción de las explotaciones de cinabrio de La Peña. En Geografía urbana reproduce una vez más en planimetría el desarrollo de la villa de Mieres, sus barrios rurales y la incipiente focalidad administrativa de Sobrelavega (sede del Ayuntamiento) y centralidad de hecho de La Pasera en vísperas del levantamiento de los primeros edificios del ensanche.
Pero otra cosa será comprobar por partes la precisión de todo lo representado, siempre desde el contexto del estado disciplinar de la topografía decimonónica. Pues del autor de la descripción las reseñas biográficas dan cuenta de su rigor y meticulosidad en la aplicación de las materias sobre las que se sustentó, para mayor acreditación, no solo su trayectoria profesional, sino los trabajos personales producto de una identificación infrecuente entre trabajo y aficiones de tiempo libre.
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