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sábado, 22 de diciembre de 2018

188.Heráldica. Colección de dibujos de escudos del concejo de Mieres

Dibujos varios>Heráldica
Entrada 188. Publicada  22-12-2018










Uno de los trece escudos que se publicaron en 1953 con el texto de estas dos últimas entradas.
Obsérvese la calidad del dibujo en estas copias de blasones trabajadas entre finales de los
años 1940 y inicios de los 50, a pesar de que se reproducen pasados por el tamiz del offset de la imprenta. Se encuentran  más en la línea del primer blasón dibujado (1930) [Entrada 187], pero en el texto Benxa ya hace alusión a la rapidez con que lleva a cabo las copias, desembarazada de los instrumentos, mediciones y escala con que reprodujo el más antiguo de todos. Esta tendencia a la simplificación se acentuará en la época de los Laminariums, donde convergen numerosos factores para una factura más espontánea, intuitiva y sumariamente descriptiva que se resume en un dibujo más deshecho y menos elaborado que los que integran esta serie heráldica de Mieres.







Heráldica. Colección de dibujos de escudos del concejo de Mieres

"Escudos del concejo de Mieres". Texto de "B", 1953 y comentarios. (2 de 2) 

[Viene de la entrada 187]

La heráldica está en desuso. Lo mismo los doctos que el pueblo tienen para ella la burla cervantina que zahirió a la caballería andante. Nos parece demasiado anacrónico; es como ciencia que no se renueva, ciencia que tiende a fenecer.
Es de sospechar que en los escudos nobiliarios de Mieres, como todos los de la región Cantábrica de Asturias concretamente, reflejen el prestigio batallador de las campañas contra los sarracenos, contra los normandos y contra otros invasores o pretendientes. Acaso sea apasionamiento, pero quiero afirmar mi fe en que el origen de los emblemas mierenses es bueno y auténticamente noble y que para ellos valgan las elocuentes palabras de Vázquez de Mella, cuando exclamaba: “Un blasón roto y limado por el tiempo, aunque esté cubierto de jaramagos y de penachos de hiedra, no es una lápida sepulcral detrás de la cual hay un cadáver; es una puerta detrás de la cual hay varios siglos que hablan a las generaciones sucesivas”.
He dicho cómo dibujé el primer escudo y voy a copiar las circunstancias en que copié el último , el espúreo a efectos de reproducción. Para lograrla tuve que trasladarme a un concejo aledaño. Transpuse el portón de la finca donde creí encontrar el escudo catorce (1) de mi serie, el que me interesaba. Extenso e inculto jardín, árboles viejos y paredes desconchadas. En el ambiente una paz de retiro y un silencio en el que destacaban el arrullo y el vuelo de las palomas. El renovado escenario de los pazos y de lo castros vallinclanescos.
Los señores no estaban y expuse a la servidumbre mi propósito. Recurrieron al viejo capellán, más enterado de las cosas de la casa y me aseguró que lo que yo buscaba no se guardaba en la finca. “Tal vez -me dijo- haya en la sacristía algún dibujo o relieve relacionado con lo que usted desea”. Entramos en aquellas dependencias y nada encontramos, pero al salir, pasó el buen cura a la cocina y cogiendo de un armario una pieza de vajilla me la mostró diciendo: “-Puede copiar aquí: es el verdadero escudo de la casa, tal como yo lo conocí en la fachada de la residencia de Mieres”.
Se trataba de un hermoso plato de adornos azules en el borde y con el escudo de armas en el centro. Me abalancé sobre el plano como si fuera un hambriento y en vez de un viñeta contuviera una menestra humeante (2). El capellán pareció indicarme que podía llevar el objeto con tal de devolverlo, pero había allí una ama que comenzó a poner reparos: “¿Y si la señora se entera y el parece mal?” “¿Si no vé con gusto que le copien el escudo?”.
Yo me sentí más puntilloso que el primer conde de aquella genealogía y dejé el plato sobre la mesa.
_Cópielo usted aquí sin escrúpulo-, me dijo el anciano cura, -tendrá tiempo de hacerlo antes de la hora del tren”.
No tardé en recoger en mi cuaderno el historiado dibujo (3) y debo añadir que nunca hasta entonces me había sentido ratero. Hubiera deseado no tener escrúpulos y abandonar el palacio subrepticiamente con el plato debajo de la gabardina. Después de dudar entre dar crédito a la opinión de Vázquez de Mella, tan respetuosa sobre la Heráldica, o darla a los escritores que desde Mark Twain hasta Jardiel Poncela se mofaron de al aristocracia, los reparos de aquella ama que me negaba la prestación del cacharro, me ponía del lado de estos últimos. Y hubiera deseado llevarme el plato a casa, no para dibujarlo con calma, sino para comer en él una democrática sopa de ajo, cantando trozos de la Marsellesa entre cucharada y cucharada, profanando así los preclaros símbolos.
Pero fue un arranque pasajero. Restablecida mi calma y pintado ya el escudo decimocuarto, me hallo de nuevo -como dije al principio- en posición indiferente, no entusiasta por las cosas de la nobleza, pero considerándolas dignas de conservación y de estudio como elementos históricos fehacientes.

B” (4)


COMENTARIOS
  1. Insiste Benxa en en el escudo que cierra su serie de catorce. Pero la publicación donde se difunde viene ilustrada por tan sólo trece emblemas, lo que coincide con el comienzo del artículo donde expresa que actualmente en Mieres no hay más que trece escudos,copiados por él del natural, excepto el número catorce, tomado de una reproducción en cerámica. Tres cuestiones al respecto de esta pieza. Una, prácticamente esta segunda mitad del texto se centra en el escudo catorce en cuestión y en las dificultades encontradas para copiarlo. Dos, no incorpora su imagen ilustrando el artículo como lo hacen los otros trece. Tres, no da pistas sobre su identidad, excepto que lucía en la fachada de la residencia de Mieres (se supone de la capital del municipio). Relacionado con ello y en cuanto a la composición total del número de piedras armeras dibujadas por Benxa, disponemos de tres referencias a nuestro alcance, a las que habría que sumar la colección original adquirida por el Ayuntamiento de Mieres [Entradas 4 y 26, 13-7-1016 y 31-10-2016, respectivamente]. Este artículo que abajo se cita, (1953) el “Mieres heráldico” de Una comarca a punta de lápiz. Laminarium de Mieres y Lena (1975) y, por último, las copias de los mismos que colgaban alineadas en la pared de casa del autor, reproducciones publicadas que bien podrían tratarse de ésta o de otra colaboración periódica que desconocemos. Entre unos y otros puede comprobarse que su número se amplía con el paso del tiempo y la experiencia adquirida en la recopilación de antigüedades. Y, a la par, resulta factible a partir de estos testimonios intentar dilucidar cuál fue el escudo catorce en cuestión.
  2. La segunda parte de esta breve historia escrita por B. sobre la primera colección de dibujos de escudos -a la postre ya de los primeros ejemplos de dibujos de antigüedades reunidas- resulta menos documental y más literaria, o mejor dicho, en la línea de su estilo como colaborador de prensa, examinado en las cuatro secciones del blog alusivas a esta faceta de trabajos de tiempo libre. 
  3. Contrástese la meticulosidad y precisión con que fue copiado el primer escudo en el año 1930 [Entrada 187, 22-12-2018] y la rapidez que declara en la reproducción de la pieza número catorce. Este último sistema de trabajo directo, instantáneo, intuitivo, sin ayudarse de instrumental, abocetado por ello y por el deseo de infundir un acabado añejo a los materiales de por sí añosos será el que prime en los futuros Laminariums.
  4. Álvarez Rodríguez, Benjamín (firmado “B”), “Escudos del concejo de Mieres”, El pregonero de San Juan. Mieres, junio 1953, págs. 18 y 19.









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